Sunday, June 22, 2014

LA PELUCA DE LA SEÑORITA FLEMING


La peluca de la señorita Fleming se había perdido.

Buscamos por toda la casa: debajo de las camas, dentro de los cajones, encima de las mesas, detrás de las puertas; entre la ropa sucia, entre la ropa limpia; dentro del refrigerador.

Sacudimos las cortinas, levantamos los tapetes, interrogamos a todos. Le echamos la culpa a la gente que vino de visita el día anterior, pero después recordamos que cuando se fueron la señorita Fleming aún tenía puesta la peluca, así es que nos sentimos avergonzados por haber sospechado de ellos.

Después de horas de dar vueltas por toda la casa y de dejar la casa patas arriba, decidimos reunirnos en la sala para ver qué haríamos para cubrir la calva de la señorita Fleming, quien solamente nos miraba pues no entendía ni media palabra de lo que decíamos. La pobre anciana apenas había llegado de Inglaterra y era nuestro primer huésped desde que decidimos rentar la habitación sobrante.

Carmela dijo que ella tenía una chamarra con capucha, que serviría muy bien para cubrir la cabeza de la señorita, y rápidamente la trajo para que la viéramos.

Armando se acordó que en uno de los armarios de la casa había una peluca de bruja de algún disfraz de Halloween y sugirió recortarla un poco para que se viera mejor.

Chabela, la cocinera, trajo un montón de espaguetis cocidos y sin decir nada, se los puso a la señorita Fleming en la cabeza. A nosotros nos gustó cómo se veía, pero ella hizo una mueca de disgusto, y regresó los espaguetis a Chabela. Después nos alegraríamos porque quedaron deliciosos a la hora de la comida.

Juan, como es artista, ofreció pintarle unos rizos en la cabeza, y casi convenció a la señorita Fleming de que esa era la mejor opción.

A mí, lo único que se me ocurrió fue enseñarle cómo podía hacerse una especie de turbante con una toalla, pero parecía que acababa de bañarse.

La señorita Fleming esperaba pacientemente a que resolviéramos el problema.

Armando fue a buscar la peluca de Halloween.  Era una peluca de pelo negro largo con unos mechones verdes. Creímos que a la anciana no le gustaría, pero hasta una sonrisa se le escapó. Tomó la peluca, se la puso y ya hasta le hizo una trenza.

De pronto, pasó corriendo por la sala nuestro perro Rex llevando un extraño animal gris en el hocico. Fue Rosita la que se dio cuenta que ese no era un extraño animal, sino la peluca de la señorita Fleming.

Todos corrimos tras Rex y finalmente, después de muchos jalones, le pudimos arrancar la peluca del hocico.

La señorita Fleming tomó la maltratada y babeada peluca, la examinó, se miró en el espejo y, sin más, aventó a Rex su antigua peluca y, tomando su bolsa, se fue muy contenta  a la calle con sus mechones verdes.



SILVIA RAMIREZ DE AGUILAR P.

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