Sunday, September 8, 2013

LA COMIDA DE EX ALUMNOS

El letrero decía: 
"Gran comida de ex alumnos, 20 de mayo 2006.
 Venta de boletos en las cajas del colegio"
Y más abajo tenía un logotipo raro que decía: 
"Ex alumnos XK".

¿XK? Lo de XK le gustó.


Sí, definitivamente podría ser XK. Pero de ahí a ir a la comida...
No, definitivamente, no iría.
Hacía años, en otra comida de ex alumnos había jurado no volver a asistir a una.

Pasaron los días, y cada vez que pasaba por donde estaba el letrero volvía a leerlo. Ya hasta se lo sabía de memoria. Y, aunque mayo estaba cada vez más cerca, seguía pensando que no ir era la mejor opción.

Pero un día algo pasó que la hizo reconsiderar su negativa. Su esposo, bromeando,  le había prohibido ir.
“¿Prohibiciones a mí?” había pensado. No, ni en broma se lo permitiría.
Ahora "tendría" que ir a la comida.
Llamó a su amiga de Guadalajara, a su amiga de México y a su amiga de Canadá.
- ¿Vamos? -preguntó.
Y para su sorpresa la amiga de Guadalajara y la amiga de México dijeron que sí.
Ahora, cada vez que veía el letrero, sentía que su corazón daba un vuelco.

El 19 de mayo en la noche llegó la amiga de Guadalajara. Hace mucho que no se veían, así es que se abrazaron fuertemente. Tenían que hablar de muchas cosas, pero esta vez no se pasaron toda la noche hablando como en los viejos tiempos, pues necesitaban estar descansadas para el día siguiente.

Despertó muy temprano, pensando que ya era 20 de mayo.
¿Estarían sus amigos de antes?
¿La recordarían?
Ya habían pasado 26 años desde que salieron de prepa y, aunque habían pasado tan rápido que ni los había sentido, de todas maneras eran muchos.
Llegaron temprano, pues más tarde no habría en dónde estacionarse.

En la entrada les dijeron que tenían que llenar una hojita con su nombre, teléfono, email y número de generación.
- ¡¿Número de generación?!
- ¡¿Tenemos número de generación?!
Pero afortunadamente había una lista, y 26 años después se enteraron que pertenecían a la generación 6. Después, cada quien  pegaba a su ropa una etiqueta con su nombre.

Y justo cuando acababan de ponerse las etiquetas, alguien a sus espaldas las saludó. Era su antiguo profesor de literatura. Lo saludaron con mucho gusto, no en balde era su favorito.
Salieron al área donde estaban las mesas. Casi no había llegado nadie. Es más, se puede decir que eran de las primeras. Se sentaron en una de las mesas más cercanas a la puerta. Ahí, donde estaba su profesor de literatura.

Y entonces la magia empezó.
Fue un momento de máxima emoción. Casi de inmediato empezaron a aparecer caras conocidas y sonrientes. Venían prácticamente uno tras otro, compañeros y amigos, cercanos algunos, otros no tanto. Pero en ese momento todos se volvían a sentir de 18 años, a pesar de los kilos de más, de las canas de algunos, de una que otra arruga, de una que otra calva.

¿Rencores? Ninguno. Todo estaba olvidado. Los brazos abiertos para recibir a los antiguos amigos. Abrazos apretados, tal vez prolongados un poco más de lo debido pues querían retener el recuerdo que hacía su aparición al sentir el contacto y el aroma de alguien querido.
Fue un momento maravilloso. Algunos nombres venían rápidamente a la memoria. Con otros había que echar una mirada disimulada a la etiqueta de quien se aproximaba. ¡Claro! Pero si no ha cambiado nada, pensaban cuando reconocían a alguien rápidamente.
Por un momento quisieron que la mesa fuera más grande, que todos se sentaran ahí para verlos con más calma. Pero todos iban y venían y al rato también se contagiaron de ese ir y venir en el que se encontraban a veces con gente a la que no reconocían, ni siquiera al ver el nombre en la etiqueta. El desconocido y ellas se miraban y entonces comprendían que no se tenían que reconocer porque pertenecían a diferentes generaciones. Y con una sonrisa, entre apenada y divertida, seguía cada quien su camino.
Otras veces había que hacer un poco más de memoria, pero cuando la persona no recordada les daba unos cuantos detalles sobre su persona, de inmediato los recuerdos se sucedían uno tras otro y en su mente aparecía esa persona 26 años más joven caminando por el patio de la escuela, o frente al pizarrón, o tal vez riendo rodeado de sus amigos.

Y no faltaba entre algunos el reencuentro con el antiguo amor, ese de la juventud, que es tan fuerte e inolvidable, que unas veces dura años, otras veces es fugaz y otras ni siquiera fue. Dudaban si abrazarse, pero era solo por una milésima de segundo, porque no sabían cómo reaccionaría el otro. Pero conocían sus sonrisas y veían que no había nada que temer y se abrazaban, emocionados de volver a encontrar a alguien tan cercano y tan querido y, por supuesto, jamás olvidado. Ese alguien a quien besaron alguna vez creyendo estar enamorados, y algunos tal vez lo estaban. Ese alguien con quien volvieron a soñar años después, preguntándose qué hubiera pasado de haber seguido juntos. Y, sin querer, un suspiro de alivio se les escapaba, porque a fin de cuentas este era el reencuentro que más preocupación les había causado en los días anteriores y todo había salido bien.

Por todos lados se oían comentarios:
- Estás igualita...
- ¿Cómo se llamaba tu amigo?
- ¿Ya viste quién está ahí?
- Me divorcié.
- ¿A qué te dedicas?
- Tengo tres hijos.
- ¿Te acuerdas cuando íbamos a tu casa?
- Tenía muchas ganas de verte.
- ¿Quién es?

Después vino un poco de calma, el olor de la comida empezó a invadir el ambiente. Había que formarse, pero la fila era nada más otra oportunidad para hablar con los antiguos amigos, tal vez con los que les hubiera gustado conocer un poco más cuando se veían a diario. Y ahora, aprovechando la fila, se ponían al corriente de sus vidas y descubrían que se trataba de alguien súper simpático. Qué lástima haber pasado años sin saberlo.
La comida transcurrió en un ambiente un poco más relajado, a pesar de que no faltó quien aprovechara la distracción de otro para robarle el pan, porque era mejor no ir a hacer la fila ahora que estaban tan a gusto. Y cada quien encajaba en su lugar. El simpático volvía a ser el simpático; el serio volvía a ser el serio. Cada quien con su verdadera personalidad, sin máscaras, porque estaban con los amigos de siempre, con los que no puedes engañar.

Y luego, los primeros empezaron a despedirse. El "no te vayas" y el "quédate otro ratito" a veces funcionaban, pero en otras ocasiones y después de varias veces, ya no surtían efecto. Muchos se despidieron, y los muchos que quedaron se fueron acercando.

 Una antigua amiga ofreció su casa.
- Vamos -dijeron las amigas.
Hace cuánto que no entraban a esa calle. Qué bueno que sabían el número de la casa, porque había cambiado mucho.
Ahí tuvieron oportunidad de hablar con personas con las que no habían hablado durante la comida.

Finalmente llegó la hora de decir adiós. Ya era tarde. Se despidieron de todos.
Al día siguiente la amiga de Guadalajara, la amiga de México y ella regresarían a sus vidas, con los hijos, con los maridos.
Pero ya nada sería igual porque habían vuelto a tener 18 y ese viaje en el tiempo era adictivo. 

Tenía magia.


SILVIA RAMIREZ DE AGUILAR P.

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