En la época en la que mis
hermanos y yo éramos adolescentes, solíamos salir a caminar los tres juntos por
los alrededores de nuestra casa. A mí, en particular, me gustaba ir a Plaza
Satélite, que era el centro comercial más cercano.
Aquel día, precisamente,
era allí hacia donde nos dirigíamos. No recuerdo a qué, pero no dudo que los
haya convencido de ir a la papelería que allí había. Así como a muchas mujeres
les encanta ir a ver zapatos, a mí lo que me emociona son las papelerías y las
librerías.
En el camino, normalmente
hablábamos sobre cosas que sucedían en la casa o en la escuela o criticábamos algo que hubiera
hecho nuestro hermano mayor. Reíamos y hablábamos mientras caminábamos
pacíficamente.
Uno de los tres sacó unos
chicles, y todos comimos uno. Mi hermano Luis hizo una bolita con la envoltura
del suyo y estuvo jugando con la bolita por un tramo del camino. Justo cuando
llegamos al corte del camellón por el que íbamos caminando, nos detuvimos pues
un camión estaba dando vuelta en U, y tuvo que ser en ese preciso instante
cuando Luis lanzó con los dedos la bolita de papel.
La bolita salió disparada
a toda velocidad y los tres pudimos ver, boquiabiertos, cómo terminó su carrera
justo en la cara del chofer del camión.
Luis, no entendiendo la
gravedad del asunto, se puso feliz y gritó emocionado:
- ¡Le di! ¡Le di!
Jorge y yo nos miramos
asustados. El chofer nos miró enfurecido, con la cara transformada en una mueca
que daba miedo. Soltó el volante para abrir la puerta, y fue cuando Jorge
exclamó:
- ¡Corran!
Estoy segura de que Luis
no entendió, en ese instante, el problema en el que nos había metido, pero
obedeció el mandato de su hermano menor. Corrimos todos juntos, siguiendo a
Jorge. Pudimos ver al chofer bajarse del camión y correr tras de nosotros. Yo
pensé que solo pretendía darnos un susto, pues había abandonado el camión a
media calle, con la puerta abierta. Pero era tal su coraje, que el camión
abandonado no le importaba en lo más mínimo. Su venganza era mucho más
importante.
Pero para vengarse, era
imperativo alcanzarnos.
Como dice el dicho,
corrimos “como alma que lleva el Diablo”. No recuerdo haber tenido un motivo
más importante antes de ese día para correr como lo hice, pues creí que quería
matarnos.
Tuve miedo por mí y por
mis hermanos, sobre todo por Luis, pues era quien había ofendido al chofer.
Podíamos ver al hombre,
enfurecido, correr tras de nosotros. Nos escondíamos atrás de los coches
estacionados, de árboles y matorrales y en las entradas de las casas y,
cuando sentíamos que estaba lo suficientemente cerca, volvíamos a correr, lo
que hacía que se enojara aún más.
En algún momento,
pensando que no se detendría jamás, para confundirlo nos separamos y, no sé si
fue el no poder dividirse en tres, que ya estaba muy cansado, que el camión ya
estaba muy lejos o que se le pasó el coraje, pero el caso es que el chofer
decidió regresar al lugar en el que había abandonado su camión con la puerta
abierta.
Cuando lo vimos alejarse,
agotado por tanto correr, respiramos aliviados de seguir con vida y sin un
rasguño.
Durante años he pensado
en tres posibilidades:
1. Que el hombre encontrara su camión tal y
como lo había dejado: con las llaves puestas y la puerta abierta.
2. Que el hombre no recordara en dónde había
dejado el camión por haber estado corriendo tras de nosotros.
3. Que le hubieran robado el camión.
Al principio esperaba,
con todo mi corazón, que la posibilidad tres fuera la ganadora, pues imaginaba todo lo que nos
hubiera hecho, de alcanzarnos, el hombre aquel. Pero ahora, a la distancia,
comprendo su enojo y me solidarizo con él, pues nunca supo qué fue aquello que
le pegó en la cara, y la felicidad de Luis por haberle atinado, seguramente la
interpretó como burla.
Así es que en nombre de
mi hermano Luis, quien ya no puede hacerlo, pido una disculpa al chofer que a
finales de los años setenta persiguió a tres adolescentes, y espero, con el
alma, que haya encontrado su camión sano y salvo y que se le haya pasado el
enojo.
Silvia Ramírez de Aguilar P.
Jaja qué bueno que fue sin querer, aunque pobre taxista!!
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